Los ciudadanos merecen
someter sus controversias a jueces confiables, entendiendose
por tales a aquellos conocidos por su dedicacion a la
magistratura como servicio, su contraccion a la labor
judicial, el criterio propio en las apreciaciones, su
diligencia, prudencia, sensibilidad y probidad tanto en
las decisiones y acciones, la moderacion en las pasiones,
un trato mesurado y afable con los justiciables, su honorabilidad
en la vida publica y privada, y una acentuada vocacion
por el estudio, la actualizacion y el perfeccionamiento
profesional.